La vida de las vueltas

Marina Caballero Ruiz
3 min readApr 25, 2021

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Para, piensa, escribe, resetea, date un respiro y reflexiona sobre todo eso que te regala y esconde, la apresurada rutina que invade tus días.

Escribir una entrada en un blog, reflexionando sobre el máster de formación del profesorado que estoy estudiando, solo me trae a la cabeza conceptos como: disciplina, autoexigencia, constancia o prioridades.

A mis 22 años, escribo esto desde la silla de escritorio donde me he sentado a estudiar este máster estos últimos meses, a veces con miedo y casi sin fuerzas recién llegada de 12 horas trabajando dentro de un EPI con pacientes covid-positivo en estado crítico, en la silla donde noche sí y noche también, he pasado los meses más difíciles de mis cuatro años de carrera hasta llegar a ser enfermera, la misma donde he llorado de agobio o cantado mil y una canciones para salir de esos temas interminables. Es un poco más cómoda, pero está en el mismo rincón de mi habitación, que la que en mis años de instituto servía de sustento para la mochila de clase de inglés o para mi instrumento del conservatorio porque ni siquiera tenía horas en el día, para sentarme en ella a asimilar lo aprendido en alguna de todas esas clases.

Aun habiendo crecido en la autoexigencia y responsabilidad, que siempre agradeceré a mis padres y profesores, de querer conseguir todo lo que me propongo y no dejar nada en el tintero de lo que creo que está entre mis posibilidades, no me acerco ni de lejos, a la excelencia que nos exige la sociedad para tener una seguridad y estabilidad laboral, una satisfacción que te permita parar y decir: “Lo he conseguido, voy a descansar” “Estoy trabajando o estudiando donde quiero y el resto del tiempo puedo disfrutar de mi vida”.

Así es, crecemos en una sociedad que nos incita a exigirnos el máximo desde los primeros años de escolarización, a estudiar la ESO y luego el bachillerato, todo para conseguir la nota más alta que años después nos permita elegir la carrera universitaria que queremos o que “valemos” para estudiar, a hablar idiomas para tener mejor curriculum que tus compañeros de promoción, luego a estudiar un máster y otro, y un doctorado o una segunda carrera, a irte al extranjero a afianzar esos idiomas que tantos años llevas aprendiendo en una academia o con tu profesor particular…

A lo largo de todos esos años que os cuento, he tenido profesores de todas las vertientes, incluso algunos que veían en mí, aquello que quería mostrar y no mis capacidades de plasmar lo estudiado para obtener una mejor o peor calificación en su materia, supongo que este grupo reducido fue el que me hizo plantearme iniciarme en el mundo de la docencia y estudiar este máster.

Lejos de dar una opinión larga y tendida del máster, solo me queda expresar la conclusión que saco de mi aún inacabada etapa como estudiante y la cual he forjado después de haber conocido a compañeros con preferencias parecidas o contrarias a las mías. No decide tu futuro estudiar en una universidad o en otra, estudiar una carrera o no hacerlo, que las materias sean más difíciles o menos, que los profesores trabajen de una forma u otra o que estudies en casa o fuera de ella. No olvides que lo verdaderamente imprescindible es que muestres interés por lo que haces, que de todos esos trabajos que tengas que hacer siempre saques una ilusión por conseguir aquello que de verdad te llena el alma y no la calificación que alguien o tú mismo te exijas, que cuando te bebas una cerveza con tus amigos y te pregunten qué tal los estudios o qué tal el trabajo, te brillen los ojos al contar que cada día estas más cerca de llegar a eso que siempre has soñado, da igual lo complicado que sea y lo que opine el resto, es tu sueño y tu vida, no olvides que las cartas las juegas tú.

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Marina Caballero Ruiz

Enfermera con el corazón. Aprendiz de docente y sobre todo, de la vida.